En un entorno cada vez más competitivo, las empresas tienden a evaluar sus proyectos e inversiones principalmente a través de ratios financieros como ROI, ROA o ROE. Sin embargo, esta visión unidimensional de la eficacia puede dejar de lado factores decisivos para el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo.
La rentabilidad mide la eficiencia de una inversión comparando el beneficio neto con el costo incurrido. Por ejemplo, si se invierten $70,000 y se obtienen $7,000 de utilidad, la rentabilidad es del 10%. Aunque estos indicadores son esenciales, no captan el impacto estratégico ni el alineamiento con el propósito de la organización.
Ratios como ROS (rentabilidad sobre ventas), ROA (rentabilidad sobre activos) o ROE (rentabilidad sobre capital) ofrecen una fotografía financiera, pero pueden enmascarar señales de alerta en áreas tan críticas como la satisfacción del cliente o la huella ambiental.
Para obtener una visión más completa, es esencial incorporar indicadores no financieros que reflejen los objetivos clave de la empresa. Estas métricas permiten anticipar tendencias y fortalecer la resiliencia ante cambios del mercado.
Al integrar estos indicadores se logra una visión integral del desempeño que no solo evalúa el presente financiero, sino que anticipa las capacidades de crecimiento y adaptación futura.
Supongamos dos iniciativas con diferente perfil estratégico:
Aunque el Proyecto A ofrece mayor retorno financiero, el Proyecto B genera un valor estratégico más sólido al elevar la confianza del cliente y apoyar la agenda ambiental de la compañía.
Para sistematizar esta visión holística, muchas organizaciones adoptan modelos como el Balanced Scorecard, que permite:
Este enfoque facilita alinear KPIs a objetivos y asegurar que cada inversión aporte al propósito global.
Al complementar la rentabilidad con métricas por objetivo, las empresas obtienen múltiples beneficios:
Una empresa que se enfoca únicamente en beneficios a corto plazo puede enfrentar consecuencias graves:
Limitación en la capacidad de adaptación ante nuevas regulaciones, pérdida de talento por falta de motivación interna o deterioro de la reputación ante consumidores cada vez más conscientes.
Casos de grandes corporaciones que recortaron inversión en innovación para mejorar márgenes y luego quedaron rezagadas ante competidores más ágiles son un claro recordatorio de este riesgo.
Revisar los resultados por objetivo y no solo por rentabilidad es una práctica esencial para cualquier organización que aspire a la excelencia y la resiliencia. Integrar indicadores no financieros, implementar un cuadro de mando equilibrado y fomentar la cultura de medición estratégica son pasos fundamentales para:
Invierte tiempo en definir tus objetivos estratégicos, selecciona métricas que los reflejen y establece procesos de seguimiento claros. De esta forma, tu empresa no solo será rentable, sino también relevante y preparada para los desafíos futuros.
Referencias