Tomar decisiones financieras acertadas requiere conocer la naturaleza de los instrumentos disponibles y cómo encajan con nuestros objetivos. En este artículo, exploraremos las ventajas y desventajas de cada opción y brindaremos recomendaciones prácticas según el plazo en que desees ver crecer tu inversión.
Comprender la diferencia entre acciones y bonos, así como el impacto del horizonte temporal, te permitirá armar un portafolio equilibrado y orientado a tu perfil.
Antes de decidir, es esencial distinguir la esencia de cada activo y el nivel de riesgo asociado.
Los bonos ofrecen rendimientos más modestos pero estables. Al adquirir un bono, te conviertes en acreedor del emisor, percibes pagos de intereses periódicos y recuperas el capital al vencimiento. Su volatilidad suele ser baja y brindan prioridad en caso de quiebra.
Por su parte, las acciones tienen mayor potencial de crecimiento financiero. Representan una participación accionaria en la empresa: su valor fluctúa según resultados operativos y expectativas de mercado. Aunque pueden disparar ganancias superiores, implican una volatilidad más alta y riesgo de pérdida de capital.
Para evaluar alternativas, conviene comparar indicadores clave que expresen rendimiento y riesgo de forma homogénea.
Si una acción ofrece un 6,67% y un bono un 4%, la decisión dependerá de tu tolerancia al riesgo y objetivos. Adicionalmente, factores como plazos, calidad crediticia y condiciones macroeconómicas influyen en la elección.
Numerosos estudios, incluyendo análisis del Banco de México sobre mercados de EE. UU., confirman que el plazo de inversión define qué clase de activo domina en utilidad.
Para horizontes cortos (≤ 2 años), los bonos suelen ser la opción preferida, debido a su menor volatilidad y la protección del capital en periodos breves. En cambio, en horizontes largos (≥ 9 años), las acciones tienden a superar a los bonos, gracias a su capacidad de crecimiento compuesto.
Esta dinámica se relaciona con la recomendación habitual de inversores: usar acciones para metas lejanas y bonos para necesidades inmediatas o mediano plazo.
Una asignación balanceada considera tu aversión al riesgo, tus metas de liquidez y el tiempo que puedes mantener el capital invertido.
Estas proporciones pueden ajustarse según cambios en tasas de interés, ciclo económico o eventos de alta volatilidad, donde se observa el vuelo hacia la calidad institucional (paso de acciones a bonos).
Al diseñar tu portafolio, ten en cuenta:
Finalmente, es recomendable re-balancear periódicamente para mantener la proporción deseada entre acciones y bonos. Este proceso consiste en vender parte del activo que haya crecido mucho y comprar del que haya quedado rezagado, manteniendo tu perfil de riesgo.
En conclusión, no existe un único camino válido; lo esencial es alinear la selección de activos con tu horizonte temporal y objetivos financieros. Si necesitas liquidez o buscas proteger capital en el corto plazo, los bonos serán tu mejor aliado. Si, por el contrario, dispones de tiempo suficiente y aspiras a mayores retornos, incluye acciones de empresas sólidas y sectores en crecimiento.
Referencias