La inversión activa representa una oportunidad para los inversores más experimentados que desean control directo sobre la selección y el ajuste de sus activos. A diferencia de la gestión pasiva, aquí cada decisión cuenta y puede traducirse en rendimientos superiores al promedio del mercado.
Asumir un rol protagonista exige no solo conocimientos avanzados, sino también disciplina, dedicación y una metodología propia que permita adaptarse a las constantes variaciones del entorno financiero.
La inversión activa es una estrategia en la que el inversor, o su gestor, adopta un seguimiento cercano de los mercados. Mediante decisiones continuas de compra y venta, se busca potencial de obtener mayores rendimientos en relación con un índice de referencia.
Este enfoque implica analizar en profundidad empresas, sectores y tendencias macroeconómicas para detectar oportunidades únicas. A diferencia de la inversión pasiva, que replica índices, la activa persigue oportunidades de rentabilidad excedente asumiendo un mayor riesgo y un coste de gestión más elevado.
La experiencia es el pilar fundamental de la inversión activa. No se trata únicamente de disponer de capital, sino de contar con conocimientos en:
Un gestor experimentado sabe dominar análisis técnico y fundamental, establecer horizontes claros de riesgo y rentabilidad, y diversificar adecuadamente la cartera para mitigar riesgos no sistemáticos.
El índice conocido como “Active Share” mide la diferencia entre la cartera gestionada y su índice de referencia. Cuanto mayor es esta métrica, mayor independencia de la gestión pasiva y, potencialmente, mayor la posibilidad de lograr alfa.
Por ejemplo:
Estudios muestran que los fondos con acción activa del 90% pueden superar en hasta un 3% anual al benchmark, gracias a una selección cuidadosa de valores y un timing estratégico. Aquellos con un 80% alcanzan aproximadamente un 2% adicional, mientras que las carteras con menor actividad (40%) a menudo rinden por debajo del índice.
Sin embargo, estos logros dependen en gran medida de la habilidad del gestor y de las condiciones de mercado. Un entorno volátil o impredecible puede revertir tendencias positivas y generar disminuciones significativas.
Para operar activamente se requiere:
Además, es fundamental contar con asesoramiento financiero especializado y participar en foros o redes profesionales donde compartir experiencias y estrategias.
Entre los principales beneficios destacan:
No obstante, los inversores activos enfrentan:
La clave está en equilibrar la ambición de alfa con una adecuada política de costes y una estrategia disciplinada.
En el ámbito sostenible, la inversión activa cobra un matiz especial. Los gestores no solo toman decisiones financieras, sino que ejercen su poder como accionistas para impulsar buenas prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo.
Mediante el voto en juntas o el diálogo con directivos, buscan alinear las empresas con criterios Ambientales Sociales y de Gobierno, generando un impacto positivo más allá del resultado económico.
Los fondos de gran volumen pueden tener limitaciones para desplegar estrategias muy activas. Invertir sumas muy elevadas en pocos valores reduce la liquidez y complica la operativa.
Por ello, algunos inversores optan por vehículos de tamaño medio, que ofrecen suficiente flexibilidad para concentrar apuestas sin sacrificar posición frente a la competencia.
Si cuentas con experiencia y deseas dar el salto a la inversión activa, considera estos pasos:
La inversión activa es un compromiso continuo. Solo quienes disponen de tiempo, disciplina y habilidades analíticas pueden aspirar a superar sistemáticamente al mercado y construir un legado financiero sólido.
En definitiva, participar activamente como inversor es un camino exigente pero lleno de posibilidades para aquellos que buscan maximizar su rendimiento y ejercer un rol transformador en las empresas y los mercados en los que invierten.
Referencias